miércoles, 7 de marzo de 2007

SOLEDADES, GALERÍAS. OTROS POEMAS








En marzo de 1907- hace exactamente un siglo - apareció en el número I de la revista Renacimiento el poema de Antonio Machado El viajero, perteneciente al poemario Soledades, Galerías. Otros poemas que el poeta sevillano publicaría en la editorial Pueyo en esta misma fecha. Para el vate andaluz, afincado en Soria como profesor de francés y enamorado de la joven Leonor, la publicación de esta antología de poemas - que recopilaba la mayoría de 1903 - supuso un peldaño importante en su trayectoria poética.

Hoy he dedicado una sesión - ¡qué poco tiempo! - con mis alumnos de Cuarto de Secundaria a comentar algún poema de Machado. He elegido uno de los más representativos de esta etapa intimista, que refleja las preocupaciones más frecuentes de su autor - el amor, el paso del tiempo, la angustia vital, la muerte... - para plasmarlo en esta página. El simbolismo es evidente y, a pesar del largo siglo, sus temas universales siguen teniendo vigencia:


EL VIAJERO

Está en la sala familiar, sombría,

y entre nosotros, el querido hermano

que en el sueño infantil de un claro día

vimos partir hacia un país lejano.


Hoy tiene ya las sienes plateadas,

un gris mechón sobre la angosta frente;

y la fría inquietud de sus miradas

revela un alma casi toda ausente.


Deshójanse las copas otoñales

del parque mustio y viejo.

La tarde, tras los húmedos cristales,

se pinta, y en el fondo del espejo.


El rostro del hermano se ilumina

suavemente. ¿Floridos desengaños

dorados por la tarde que declina?

¿Ansias de vida nueva en nuevos años?


¿Lamentará la juventud perdida?

Lejos quedó —la pobre loba— muerta.

¿La blanca juventud nunca vivida

teme, que ha de cantar ante su puerta?


¿Sonríe al sol de oro

de la tierra de un sueño no encontrada;

y ve su nave hender el mar sonoro,

de viento y luz la blanca vela hinchada?


Él ha visto las hojas otoñales,

amarillas, rodar, las olorosas

ramas del eucalipto, los rosales

que enseñan otra vez sus blancas rosas.


Y este dolor que añora o desconfía

el temblor de una lágrima reprime,

y un resto de viril hipocresía

en el semblante pálido se imprime.


Serio retrato en la pared clarea

todavía. Nosotros divagamos.

En la tristeza del hogar golpea

el tic-tac del reloj. Todos callamos.

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