Siempre había pensado - tal vez con ingenuidad - en las bondades de la energía eólica respecto a otras más contaminantes, como las centrales térmicas, o con relación a otras mucho más peligrosas, como las centrales nucleares. Reconozco, sin embargo, que nunca me han gustado esos gigantescos aerogeneradores instalados en el término municipal de La Muela o en la sierra de San Just, cerca de Escucha y de Valdeconejos. El impacto visual es negativo, y a todos nos gustaría que esas colinas casi deforestadas estuvieran cubiertas, en cambio, de enhiestos pinos o de robustas encinas. Pero, al parecer, la realidad económica, política y social va por otro camino.
Estas exigencias del progreso siguen un camino muy divergente al de los pocos ciudadanos que viven todo el año en pueblos colindantes y tienen que soportar no sólo el impacto visual o estético, - que sería un mal menor - sino las afecciones casi permanentes de tipo acústico o ambiental. De eso se quejan los habitantes de dos núcleos rurales de la comarca del Jiloca: Ojos Negros y Villar del Salz. Ambos pueblos han perdido población de modo progresivo desde el inicio de los años sesenta. El caso de Ojos Negros es el más sangrante: de casi dos mil habitantes en los años cincuenta ha pasado a poco más de quinientos a principios del siglo XXI. Y sus vecinos se quejan de que estas instalaciones eólicas en los términos de Setiles y Tordesilos (Guadalajara) estén más cerca de su población que de la de los pueblos teóricamente beneficiados. Al parecer, no es sólo un conflicto de municipios sino de autonomías. Lo mismo ocurre en Bordón y en Luco de Bordón (barrio de Castellote) con los aerogeneradores instalados en el término de La Todolella (Castellón) pero demasiado cerca de los núcleos urbanos.
Es un motivo de reflexión, de sensatez y de sentido común. Y va a ser difícil llegar a un consenso. Porque todo no se soluciona con contrapartidas económicas ni con teóricas promesas. Eso sí, si queremos progreso, hay que pagar un precio. Pero no cuando perjudica a unos para beneficiar más a otros.
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