Es difícil ser equitativo y encontrar el equilibro en los diversos ámbitos de la vida. Y esta dificultad se ve más acrecentada si cabe en el campo de la educación. Ahora que se aproximan las fechas del proceso ordinario de admisión, ahora que se acerca el momento en el que los padres pueden elegir libremente el centro educativo al que desean asista su hijo/a el próximo curso, salen a relucir datos, estadísticas, previsiones, porcentajes,...
Pero lo que más interesa de este maremágnum de cifras es el fondo de la cuestión: un setenta por ciento del alumnado inmigrante están escolarizados en centos públicos. No sé si les sorprenderá la cifra. No nos sorprende en absoluto a los que estamos inmersos en el mundo de la educación. ¿Cuál es la causa? Confluyen muchos factores: cercanía del domicilio, vacantes en cada centro, preferencias ideológicas de los padres, motivos religiosos, medios materiales y humanos para una atención individualizada,...
De todos modos, llama mucho la atención el excesivo porcentaje de alumnos inmigrantes en algún colegio público - en torno al noventa por ciento en el Andrés Manjón o en el Santo Domingo - frente a los pocos alumnos inmigrantes en colegios públicos y, sobre todo, concertados de la misma zona. Algo extraño ocurre en una sociedad que permite, tolera y tal vez hasta fomenta esta especie de guetos en el ámbito educativo. Habría que profundizar más en las causas, por muy complejas que sean. El Justicia de Aragón ya ha tomado cartas en el asunto y a aconsejado a las autoridades educativas intentar paliar en lo posible estos desequilibrios. Mientras tanto, la cifra de inmigrantes sigue creciendo día a día y los centros públicos siguen siendo los más receptivos y multiculturales.
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