Ayer me acerqué al bar de la esquina, poco antes de las nueve de la noche, para presenciar el encuentro entre el Atlético de Madrid y el Real Zaragoza. Poco duraron mis escasas expectativas en un equipo cuya alineación inicial mostraba el conformismo del entrenador, la cabezonería del entrenador y la falta de decisión del entrenador. No aguanté más allá de la primera parte. Se veía venir el desastre, igual que hace un mes contra el Barcelona. El equipo está herido, sin rumbo, sin ideas, sin ritmo, sin coordinación, con una defensa de porcelana, con una media poco creativa y con una delantera sin eficacia. Esa es la triste realidad.
¿Qué hará Víctor Fernández a partir de mañana? ¿Seguirá haciendo oídos sordos a las críticas casi unánimes de los aficionados? ¿Se decidirá a alinear, por fin, a los que están en mejor forma y muestran más ilusión? ¿Hará, por fin, la revolución que casi todos esperamos? Él sabe que comienza a estar en la cuerda floja, y que el Villarreal no es ni mucho menos una perita en dulce Un Villarreal que es la antítesis de nuestro Real Zaragoza: el sábado pasó por encima del Barcelona con un juego de equipo - sin individualidades - con un fútbol trenzado, moderno, vertical. Y con un Cani que me recordó al de sus mejores tiempos. Eso es fútbol y no lo que practica el primer equipo de Aragón. Habrá que recordarle al entrenador que la plantilla son 25 jugadores y que tiene futbolistas en la cantera que lo harían mejor que los "nombres" - los Diogo, Aymar, Oliveira,...-. El viernes volveremos a animar al equipo, pero todos esperamos un gesto del entrenador. de lo contrario, las palmas se volverán pitidos y las banderas y bufandas se tornarán pañuelos blancos.
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