Me gustaría hablar bien del Real Zaragoza, del que soy un fiel aficionado desde que tenía uso de razón. Me gustaría elogiar a sus jugadores, por su implicación, compromiso y actitud incondicional en el terreno de juego. Me gustaría poner por las nubes a Víctor Fernández, a su equipo técnico y a los responsables de los fichajes y traspasos. Pero, después de lo que contemplé ayer por la televisión autonómica, no puedo menos que expresar mi descontento, como el de tantos socios y aficionados de este histórico equipo, que quiere celebrar por todo lo alto sus 75 años de andadura.
No me queda más remedio que rememorar otros tiempos, aunque no sirva de nada. Después de los últimos partidos - desde el inicio de la liga - no me queda más remedio que recordar las etapas gloriosas de este club: la etapa de los Magníficos, la de los Zaraguayos, la de la Recopa. Sin embargo, como eso no va a solucionar nada, habrá que pedirle a Víctor - si es valiente y si le dejan - una revolución en el once inicial para el partido del próximo domingo ante el Osasuna - otro equipo luchador como el Aris -. Que elija hombres y no nombres. Que rescate a alguno de la cantera o del filial. Que se acuerde de Cuartero, de Celades, de Chus, de Valero, de Esaú,... No lo harán peor que los titulares de los últimos encuentros. Y, aunque lamentarse no sirva para nada, ayer eché de menos a Cani, y a Longás, y a Lafita, y a Guerra, y a Eneko, y a Corona, y a Soriano. Sí, a Soriano. Y a tantos otros aragoneses que están triunfando por esos campos de dios. Son jugadores comprometidos, implicados, nuestros.
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