viernes, 3 de agosto de 2007

ECOS DE LA POSGUERRA


El último número de la revista Turia publica en la sección “Poesía” un poema de Luis Izquierdo, que evoca los largos viajes en tren desde Sagunto a Barcelona. La lectura de estos versos me remite al presente: los problemas de la línea de ferrocarril entre Valencia y Teruel y la próxima inauguración del último tramo valenciano de la autovía mudéjar: seis kilómetros de la siempre difícil y empinada cuesta del Ragudo. Los ecos personales y el trasfondo social de los primeros años de posguerra no tienen desperdicio:

DE SAGUNTO A TERUEL, 1951

De pronto aquel rumor, el retroceso
a imágenes del niño
que frenaba el vagón en su caída
desde la cuesta bronca del Ragudo
hacia el lugar común del Gran Olvido.
Sierras de Espina y Espadán, Barracas
y la odisea a pie, llegando a Pina
de Montalgrao, Los Calpes y La Puebla.
Mi caravana no era la impresión
de cantos y otras risas, sino huellas
borradas de los maquis, las hazañas
-en páginas de fuga-
de un bélico lector de la posguerra.
Raíces de dolor, orín del tiempo
de un orden incivil, y su ortodoxia
provista de indulgencias
en el yermo del odio victorioso.
Sombras chinescas al llegar a Sants
lanzaban sacos ante la mirada
del inocente –caras hambrientas,
maná del cielo, leche en polvo y pan-,
sediento y en ayunas, francamente,
del sacramento de la libertad.
Fin del verano para un escolar
en el tren de Una y Grande carestía,
pasable a otras, con el estraperlo
constante en un país sin alegría.
Y cómo, y aún así,
y yo sin comprenderlo.

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