El arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela ha opinado en llos medios de comunicación de diversos temas educativos, sociales y políticos. Su autoridad y ascendencia en la Iglesia española le permiten emitir juicios al más alto nivel. Lo que ocurre, sin embargo, es que estas valoraciones son claramente subjetivas y no siempre oportunas, sino oportunistas.
Opinar a estas alturas que la religión estará discriminada en la escuela con la implantación de la nueva ley de educación (LOE) suena casi a tomadura de pelo. En un país constitucionalmente laico como España, la religión tiene todavía cabida en el currículum educativo. Eso sí, como materia optativa y con otras alternativas como Historir de las Religiones o Estuido Asistido. Rouco Varela podría estar satisfecho porque una gran mayoría de españoles - muchos de ellos católicos - desearían que la religión se impartiera fuera de los centros escolares y en las respectivas parroquias. El arzobispo de Madrid debería saber - aunque no lo confiese abiertamente - que la familia es la primera y esencial escuela para los niños y adolescentes, y que la parroquia es la responsable de prolongar esa formación en la fe y de mantener viva la llama de las primeras creencias.
Me sorprende la actitud de Rouco Varela. Me sorprenden sus opiniones sobre otros temas candentes. Pero lo que más me ha sorprendido es que se atreva a animar a los padres creyentes a la objeción de conciencia como actitud de rechazo a la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía. Hasta ahí podíamos llegar...
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