Cuando todo estaba ya casi decidido, cuanto la espada de Dámocles pendía sobre la cabeza de Víctor Fernández, ha entrado en escena el polémico y casi defenestrado Oliveira para marcar dos goles en menos de cinco minutos, con la ayuda inestimable de un generoso Diego Militio. Comenzó bien el partido para los de Víctor Fernández, con un gol tempranero. Pero poco duró la alegría en casa del pobre: el Español de Valverde consiguió tres golazos en diez minutos y dejó al Zaragoza al borde del abismo. Así fueron transcurriendo el resto de los primeros cuarenta y cinco minutos, con más pena que gloria. Hasta que en la segunda parte, después de una merecida expulsión de un brusco Luccin, el equipo local sacó su garra y deleitó a los aficionados que casi llenaban la Romareda con unos minutos de buen fútbol, de fútbol de equipo. Un juego que ganó muchos enteros con la entrada de Celades y Óscar en lugar de los argentinos Aymar y D'Alessandro, demasiado individualistas y poco acertados. El equipo empezó a funcionar y logró un empate a tres goles que sabe a victoria.
Víctor Fernández podrá respirar tranquilo una semana más y seguramente se comerá los turrones como entrenador del Zaragoza. ¿Será la segunda parte de hoy el definitivo punto de inflexión o sólo supondrá un espejismo? ¿Habrá tomado nota el entrenador zaragocista? ¿Se habrá dado cuenta de que su equipo ha jugado mejor sin un desastroso Diogo, sin un inoportuno Luccin y sin los dos argentinos, reyes del malabarismo? Esperemos sea inteligente y se olvide, por fin de los nombres. Otra nota positiva: el gran partido de Paredes, un lateral con casta. Y la labor callada de Zapater, con madera de líder. Al final, un empate que sabe a victoria. Y Víctor salvado por la campana.
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